El libro de los secretos vivientes by Madeleine Roux

El libro de los secretos vivientes by Madeleine Roux

autor:Madeleine Roux [Roux, Madeleine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2022-03-08T00:00:00+00:00


19

—TOMA, MIRA LO QUE TE he encontrado.

Connie levantó la vista de su desayuno: pan lleno de tropezones y un queso que apestaba lo bastante como para ahuyentar a todos los ocupantes de una sala. En el taburete vacío de al lado aterrizó un montón de ropa amarillenta. Mississippi se cruzó de brazos y se apoyó en uno de los postes irregulares que delimitaban el rudimentario espacio del bar.

Al menos había café, aunque más flojo que las ganas de Connie de seguir despierta. El té había cumplido su función de ahuyentar los sueños, pero no le había permitido dormir de un tirón. Se frotó un ojo cansado con el nudillo y cogió la primera prenda del montón: una falda de algodón arrugada, teñida de azul marino.

—Para que te muevas mejor entre nosotros, ya me entiendes —añadió Mississippi guiñándole un ojo.

La sonrisa de Connie se borró enseguida. La noche antes le había hecho a Missi una promesa que probablemente no podría cumplir. Se le hizo un nudo en el estómago mientras miraba furtivamente a su nueva amiga.

—Gracias, te lo agradezco mucho, de verdad. Esto y todo.

—Aún no estás en casa. No me lo agradezcas hasta que estemos lejos de este pozo.

«Hablando de pozos…»

Se levantó, engullendo el resto del pan y cogiendo la ropa que quedaba.

—Necesito ir al lavabo y cambiarme.

—Vale, pues quedamos luego arriba, que quiero enseñarte algo.

Tomaron direcciones opuestas: Missi volvió hacia el túnel, mientras Connie regresaba a su cubil, donde recogió sus cosas y se puso la ropa prestada. Vestida así tenía la sensación de ir disfrazada, mucho más que con cualquier ropa que pudiera llevar normalmente. Nadie se fijó en que se hubiera quedado en ropa interior. Además, estaba acostumbrada a pasearse casi desnuda por los vestuarios antes de los entrenamientos de fútbol. Aparte de la falda azul, que le llegaba bastante por encima de la cintura, Missi le había dado unos pantalones negros de pata ancha, una blusa de cuello alto de color marfil y una chaqueta entallada que en sus tiempos había sido de una pana violeta de muy buena calidad, pero que en los codos y el cuello se había puesto blanca por el desgaste.

Al final del todo, la tiradora había puesto un pañuelo a cuadros blanco y negro. Connie lo tuvo un momento en la mano, pasando el pulgar por la tela gastada. Era un gesto emocionante, como decir: «Ahora eres de los nuestros».

El chándal lo guardó en la bolsa de nailon de deporte, con la novela y el móvil al fondo. Antes de ir al váter volvió furtivamente al bar y le pidió un poco más de café a Joe el Desvelado. Aprovechando que estaba distraído, se lo bebió de un trago, haciendo una mueca por lo amargo que estaba, y se guardó el cuenco en la bolsa, junto con el triste trozo de vela que esperaba el momento de que lo quemasen al borde del mostrador.

Estaba a un tiro de piedra del exterior, y del incienso que le permitiría echar el conjuro para volver a su casa.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.